Basta con oír los primeros compases de un bolero y la poesía que encierra su letra para que nuestro corazón sienta un pálpito y nuestro cuerpo se relaje.
Oír un bolero es regresar en el tiempo. Nos vienen a la mente mil recuerdos y volvemos a revivir experiencias y momentos que teníamos guardados en nuestra memoria.
Los sentimientos se acurrucan a flor de piel y nos dejamos llevar. La música hace el resto… Y somos capaces de volver a oír a nuestra madre canturreando esa canción que suena…, la imaginamos feliz. Y
hasta podemos llegar a percibir el olor de la que fue nuestra casa…, y sonreímos sin darnos cuenta.
El bolero está presente en nuestras vidas, nunca se ha ido. Y permanece porque es capaz de despertar nuestras sensaciones más íntimas, y eso nos agrada.
Recuerdos y vivencias se acumulan sin parar mientras suena un bolero. Su melodía, suave y agradable, resulta romántica y sencilla de captar. Su ritmo nos conmueve. Y su letra nos acaricia levemente
el alma y nos hace suspirar. Olvidar el mundo que nos rodea y sumergirnos en el bolero que escuchamos es una terapia reparadora. Reconforta. Podríamos decir que, después de oír un buen bolero, nada
es igual.
Suena un bolero y los latidos de tu corazón parece que hacen suyo el ritmo de la música. Tu parte sensible ha quedado al descubierto.
Prepara tu mente, relaja tu cuerpo y aparca los problemas..., porque empieza el
¡XI FESTIVAL SANTANDER DE BOLEROS!
¡Vuela...!