Cantar a la “Tierruca” es cantar con el alma, con el puño apretado y el sentimiento en la voz.
Es sobrevolar los prados verdes y los hayedos, adentrarse en los bosques y en la robleda, vivir la montaña en cada canción.
Impregnarse de mar en la rompiente, oler la sal, sentir el sol.
Escarbar en la raíz, en los ancestros, oír la música, de ayer, de hoy...
(Javier Valladares)